Las ráfagas en espiral a más de 300 kilómetros por hora engulleron árboles y postes para arrojarlos sobre las viviendas, vehículos o en el mejor de los casos en plena calzada, sembrando el caos en este humilde barrio de unos 30.000 habitantes perteneciente a Diez de Octubre.

Este es uno de los cinco municipios habaneros por donde pasó la noche del domingo el tornado, que dejó al menos cuatro muertos y 195 heridos, doce de ellos graves.

Una calle de La Habana cubierta por coches y y escombros tras el paso del tornado

La casa y taller de la modista Kenia Rodríguez, en la segunda planta de una casa baja del barrio, se mostraba hoy al descubierto. El tornado se llevó por delante el tejado y a punto estuvo de costar la vida a parte de la familia.

"Mi marido y yo estábamos en casa de mi cuñado. Se rompieron todos los cristales y nos refugiamos en un cuarto. Después él vino a rescatar a mis dos hijos, que se habían refugiado debajo de la cama con el perro, y gracias a Dios estamos todos vivos", explica la modista.

Una fachada cubierta de escombros La Habana

Parte de su casa está derruida, los electrodomésticos inservibles y las máquinas de coser parcialmente averiadas, pero Kenia cree que saldrá adelante. "Primero, que la misericordia y la gracia de Dios nos alcance, y luego esperar y confiar en que nos ayude la Revolución", dice en referencia a las brigadas enviadas por el Gobierno para asistir a los afectados.

Los escombros rodean las aceras de La Habana

Desde primera hora las autoridades declararon la fase de rehabilitación y comenzaron la evaluación del impacto del tornado, un fenómeno meteorológico que se da en ocasiones en Cuba aunque casi nunca con tanta virulencia.

El del domingo, de hecho, fue el más devastador desde el que visitó el sur de La Habana el 26 de diciembre de 1940, causando casi 40 fallecidos y más de 400 heridos.

Los balcones de un edificio destrozado en La Habana por el paso del tornado

Aún con el recuerdo fresco del huracán de categoría 5 Irma, que en septiembre de 2017 dejó graves daños en esta y otras regiones, los testimonios de los vecinos del barrio coinciden: nunca antes habían experimentado algo parecido a lo ocurrido la noche anterior.

"Hubo un sonido inexplicable, tremendo, irresistible. Nos tapamos los oídos y seguía el ruido, parecía como un avión cuando se va a estrellar", describió Miguel Ángel Parente, un jubilado de 70 años a quien el temporal arrebató su tesoro más preciado: un coche clásico Peugeot 404 con más de cinco décadas de antigüedad.

Varios árboles destrozados cortan las carreteras

Miguel Ángel tuvo la mala suerte de aparcar su vehículo en pleno itinerario del tornado, que lo propulsó varias decenas de metros hasta estrellarlo contra un poste eléctrico, quedando ambos objetos malogrados sobre el asfalto entre cables eléctricos y ramas.

El anciano confía en obtener un reembolso de la compañía de seguros, aunque no las tiene todas consigo: "hace cinco años me robaron un carro, un lada 2107 nuevo, y aquel nunca me lo repusieron", explica. Debido a las restricciones impuestas por el Gobierno, en Cuba un coche bien cuidado puede valer tanto como una vivienda familiar o más.

Un coche empotrado en una vivienda de La Habana.

Los únicos que sonríen en el barrio Santos Suárez son los niños. Muchos ayudan a retirar objetos o ramas de árboles y otros juegan en la calle aprovechando que hoy no hay clase: la Escuela Municipal Alfredo M. Aguado, donde estudian 590 alumnos, ha sufrido graves daños y está cerrada hasta nuevo aviso.

"Están rotos los cristales, las ventanas y parte de los techos", indica una autoridad del centro escolar mientras sus compañeros clausuran con tablones de madera las puertas principales, sin evitar que algunos agujeros dejen entrever una caótica acumulación de escombros y todo tipo de materiales en el interior.

Un poste eléctrico caído sobre la fachada de un edificio en La Habana, Cuba.

La electricidad sigue cortada en esta y otras zonas de La Habana, por lo que muchos afectados ni siquiera han podido tranquilizar a sus familiares en el exterior.

"Mi hija vive en España. Si te doy su dirección de email ¿puedes decirle que estamos a salvo?", pregunta una vecina cuya casa, una mansión de principios del siglo XX venida a menos, ha quedado parcialmente destruida.