A pesar del bloqueo que
sufrían Twitter o Facebook, el mundo pudo seguir en directo lo que ocurría en
las calles de Turquía. Centenares de usuarios,
móvil en mano, narraban en primera persona el intento de golpe de Estado en el
país.
Eran testigos directos
de las maniobras militares, de los disparos desde el aire. Hasta el presidente
turco, contrario al uso de las redes sociales, tuvo que utilizar una aplicación
móvil para dirigirse a los ciudadanos y pedirles que salieran a las calles para
frenar el ataque golpista.
Esta vez, Internet
ganaba el pulso a las televisiones. Una diferencia abismal si lo comparamos con
otros momentos históricos similares. Hace 35 años, durante el 23F, no había
mucha más información que la que ofrecía la televisión pública. Escasa y a
cuentagotas.
En
Turquía varias televisiones fueron tomadas por los militares pero nada impidió que el mundo supiese lo que ocurría allí dentro. Ahora, segundo a segundo,
los usuarios nutrían la red de información ininterrumpida. Contaron cómo los
tanques salían a la calle y cómo conseguían bloquearlos.
Vivimos en directo la
celebración del fin de las aspiraciones de los militares golpistas y todo, contado al
segundo, en directo y para todo el mundo.