Una pintoresca imagen ha hecho que los turistas estén más pendientes del cielo que de la ciudad. Y no es para menos. Pocas veces se asiste al vuelo de los apóstoles y evangelistas que normalmente coronan la Catedral de Notre Dame.
Esculturas que llevan allí desde la gran restauración del arquitecto Viollet-le-Duc, que después de la revolución francesa reconstruyó en gran parte la catedral, añadiendo las estatuas o las famosas quimeras.
Para bajar las estatuas de tres metros cada una, se ha recurrido a un método un tanto francés: quitarles las cabezas para poder enganchar las esculturas desde dentro.
Forma parte de un necesario proyecto de restauración que llevan reclamando los conservadores y el arzobispado de París desde 2017. Calculan que costaría más de 100 millones de euros repararla en su totalidad.
Pero la recaudación de fondos es complicada. El Estado aporta anualmente dos millones. Por eso, en primavera del año pasado comenzó una gira por Estados Unidos en busca de donantes.
De momento, son seis millones de euros lo que van a costar los trabajos de renovación en la aguja de la catedral. Hasta 250 toneladas de peso, en parte por el plomo que la recubre, a las que se suman las estatuas, de 150 kilos cada una, y elementos decorativos, que pasarán por las manos de los mejores restauradores para seguir ahí arriba durante muchos siglos más.