Con una condena genérica la consejera de Estado en Birmania, Aung San Suu Kyi, ha señalado que condena "cualquier violación de los Derechos Humanos y la violencia contraria a la ley". Por otro lado, también ha señalado que "la gran mayoría de los musulmanes de Rakhine no han huido ya que sus pueblos están intactos".

También ha esquivando las acusaciones de "limpieza étnica" de la ONU, a cuya Asamblea General no va a asistir. "Con mucho cinismo, Aung San Suu Kyi no mueve pieza y más aún, al contrario, les llama terroristas", ha señalado Daniel Gómez, profesor de la Universidad de Cantabria.

Sólo ha mentado a los rohinyás por su Ejército de Salvación, responsable, dice, de la violencia en Rakhiné. Una tibieza que desdibuja y emborrona la figura de toda una Nobel de la Paz, que pasó más de 15 años arrestada por oponerse al régimen militar.

Tanto, que hay campaña para retirarle el premio. Pero en su país siguen apoyándola, y ven bien en general la actuación del Gobierno. No quieren, explican los expertos, que estos musulmanes puedan ser algún día mayoría en alguna región birmana.