Ocho y media de la mañana. Los guardacostas libios "dan los buenos días" a tiros al Golfo Azzurro, barco con el que ProActiva auxilia a migrantes náufragos. Òscar Camps, director de Proactiva Open Arms, explica que "se han acercado y han disparado sobre nuestro cielo. Todos los que estaban fuera se pusieron a cubierto". El objetivo era alejarles de Libia; la justificación llegaría por radio, en forma de acusaciones y amenazas.

"Hemos estado observándoos los dos últimos días. Estáis llevando a cabo actividades sospechosas. Tenemos confirmación de que tenéis trato con traficantes. No volváis a nuestras aguas", decía un guardacostas libio.

Más aún, el patrullero libio advierte insistentemente: la próxima, tirarán a dar. "No volváis. No bromeo, la próxima vez os dispararé. ¿Recibido? Cambio", decía el mismo guardacostas libio. Ellos respondieron que lo recibieron "alto y claro", a lo que las autoridades incidieron en que no era "un farol, os dispararemos. La próxima vez seréis objetivo".

Proactiva ha pedido protección a la Armada Española y a la Unión Europea. Es sólo un paso más, denuncia Proactiva, en el caos que impera en el Mediterráneo tras el recorte de las misiones oficiales europeas. Con cada vez menos ONG, cada vez más obstáculos y unas autoridades locales que han pasado de la inacción a hacerles la vida imposible cuando sólo tratan de salvar otras.

"Estamos en una situación límite en el Mediterráneo", sentencia Camps. Y los problemas no sólo se los ponen los norteafricanos: puertos italianos o malteses no les han dejado atracar tras los últimos rescates. "Hemos pasado de una inacción de la Unión Europea a una concreta y delegada, que es bloquear a ONGS", ha resumido.