La Asamblea Mundial de la Salud ha sido este año tan histórica por el formato telemático, como por el papel en la pandemia del COVID-19 de la organización que la preside: la OMS, nunca tan cuestionada como ahora.

Tras la petición para que se abra una investigación por su gestión, apoyada por más de 120 países, el director general de la OMS, Tedros Adhanom, recogía el guante: "Iniciaré una evaluación independiente lo antes posible para revisar la experiencia adquirida y las lecciones aprendidas".

Dando así respuesta a declaraciones como las de la canciller alemana, Ángela Merkel: "Debemos examinar constantemente cómo podemos mejorar aún más los procedimientos en la OMS". Una institución que muchos países considera imprescindible, como Francia, cuyo presidente, Emmanuel Macron, aseguraba: "Necesitamos a la OMS, por su función de coordinación insustituible".

Pero esta evaluación no es suficiente para Estados Unidos, que ya en abril anunciaba que realizaría una investigación del papel de la OMS "en su mala gestión y ocultación de la propagación del coronavirus".

Tras suspender hace un mes los fondos a la Organización, hoy el Gobierno de Donald Trump asegura que la OMS ha fracasado en esta crisis y le acusa de ayudar a China a ocultarla en sus primeras etapas.

Unas acusaciones de las que se ha defendido el presidente chino, Xi Jinping: "Todo el tiempo, China ha actuado con apertura, transparencia y responsabilidad". Aún así, acepta la investigación cuando finalice la pandemia, y anuncia que si dan con la vacuna la pondrán a disposición del mundo como "bien público".

Y mientras la OMS sigue en la diana política, insisten en pedir unidad mundial frente al coronavarius y alerta a los países que aceleran su desconfinamiento, a los que ha advertido que "corren el riesgo real de perjudicar su propia recuperación".