Con solo 11 años Marium es toda una superviviente. Su familia, de etnia rohinyá, tuvo que escapar hace un año de su casa en el oeste de Myanmar, la antigua Birmania. En su huida, su padre fue asesinado y ella recibió un disparo en la pierna.

"Cuando me quedo sin hacer nada lo malo vuelve a mi cabeza", asegura Marium. Vive en Cox's Bazar, el asentamiento más grande del mundo. Allí más de la mitad son niños.

"Han visto como sus casas eran quemadas, han sido atacados por los soldados y han visto cómo sus padres eran asesinados", asegura Michaela Ranieri, experta en derecho humanitario en 'Save The Children'.

El infierno para los rohinyás, una minoría musulmana, cuando el Ejército birmano comenzó lo que ha sido calificado como una limpieza étnica: arrasaron aldeas y en un mes mataron a 6.700 personas.

Casi medio millón dejaron sus casas en el estado de Rakhine para ir a la vecina Bangladesh, allí casi un millón de personas viven en el campo Cox's Bazar.

Mohammed trabaja como peluquero allí, gana dos dólares al día. Le gustaría volver a su casa, pero no puede: "¿Que cómo es mi vida? Vivo en la absoluta tristeza", asegura.

"Hay poco acceso al agua potable, poco acceso a las letrinas, falta de acceso a una educación formal, a oportunidades de trabajo", asegura María Simón, coordinadora de emergencias de 'Médicos Sin Fronteras' en Cox's Bazar.

Los rohinyás son apátridas. Myanmar no les reconoce como ciudadanos, ahora Bangladesh trabaja con la ONU para darles protección. "Un proceso de identificación para que todas las personas que se encuentran en este campamento puedan tener una identidad", explica Maria Jesús Vega, portavoz de ACNUR en España.

El Gobierno de Myanmar dice que pueden regresar, aunque para la ONU no está garantizada su seguridad si deciden volver a casa.