Mohamed ha recorrido más de 1.400 kilómetros con toda su familia, la distancia entre Idlib , Siria, y la ciudad turca de Edirne, en la frontera con Grecia. "La vida se volvió muy difícil. Allí no hay vida en Siria", cuenta el hombre.

Él es uno de los cientos de migrantes que en los últimos días acampan en una estación de autobuses en la frontera intentando llegar a Europa. "Cuando la Policía de Grecia te atrapa, te ordenan que vayas al otro lado. También disparan continuamente", lamenta Mohamed.

Grecia responde con cañones de agua y botes de humo para que los migrantes no lleguen a suelo europeo, mientras que al otro lado los antidisturbios turcos disparan para evitar que regresen.

Tras una semana desde que Turquía abriese sus fronteras y permitiese el paso a los migrantes para presionar a Europa en la compleja guerra siria, Ankara ha anunciado que cierra la vía marítima, pero no la terrestre, donde la tensión aumenta.

Según datos de ACNUR unas 1.500 personas sí han llegado a las islas griegas. Este sábado, en Lesbos, cientos de personas han pedido una solución humanitaria para los migrantes y han mostrado su apoyo tras los ataques de la ultraderecha de los últimas días. "Nadie tiene el derecho de amenazar o atacar a nadie; esto debe parar ahora", ha manifestado Efi Laoutsodi, residente y activista en Lesbos.