Frente al muro los palestinos exigen el derecho de los refugiados a volver a sus tierras, e Israel, con francotiradores, dispara sin piedad a todo lo que se mueve.

"Por ejemplo a un chaval que le había entrado la bala del francotirador por la planta del pie, le había salido por el empeine, lo que quiere decir que el disparo se había producido en retirada", explica Marco A. Velasco, de Médicos del Mundo Palestina.

Cerca de 200 muertos, entre ellos más de 50 niños, y 30.000 heridos. La mayoría como Farís, un joven palestino, por munición israelí: "Fui a la explanada del muro a jugar con mis amigos cuando noté algo en la pierna, me llevaron al hospital".

Una munición diseñada para causar el mayor daño posible. "Huesos, tendones, articulaciones, piel, por supuesto en el sistema vascular…", defiende Marco A. Velasco.

Dos millones de personas en un territorio ínfimo y sin esperanza. Una auténtica olla a presión que necesita desahogarse: "Forma parte de la necesidad de la población de la Franja de Gaza de liberar parte de esa tensión y rabia y Hamás quiere abrir esta tensión porque si no podría volverse en su contra", asegura Eduard Soler, investigador senior de CIDOB.

Allí todos los actores implicados buscan su beneficio. Hamás necesita legitimarse como líder de la causa palestina. El estado hebrero se siente más protegido que nunca. Con Trump moviendo los hilos en Oriente medio, sea cual sea su respuesta a los cohetes de Hamás, Tel Aviv duerme tranquilo.