"La parte rusa suspenderá a partir del 1 de agosto, el uso que la Embajada está haciendo de todos los almacenes de la calle de Dorozhnaya, en Moscú, y de la dacha de Serebryanyy Bor, en la República de Sajá", según el texto. Rusia reacciona así a la aprobación por el Senado de Estados Unidos de un nuevo texto legislativo para recrudecer las sanciones contra Rusia e imponer nuevas medidas contra Irán y Corea del Norte, a pesar de las objeciones del presidente estadounidense, Donald Trump.
La ley, que debe ser firmada por el presidente, incluye nuevas restricciones a altos cargos rusos por la supuesta interferencia en las elecciones estadounidenses de 2016, acusación que Moscú desmintió en reiteradas ocasiones. También endurece las condiciones de financiación en Estados Unidos para las entidades rusas sujetas a las restricciones y deja la puerta abierta a las sanciones contra las compañías europeas por colaborar con Moscú en importantes proyectos relacionados con la exportación de hidrocarburos rusos.
El Ministerio de Exteriores ha aprovechado para condenar "la extrema agresividad de Estados Unidos, un país que, bajo la excusa de su 'excepcionalismo', ignora con arrogancia las opiniones e intereses de otros países", El Gobierno ruso ha condenado que "bajo el pretexto, absolutamente inventado", de que el Kremlin intervino en las elecciones estadounidenses de diciembre -- como denuncian los servicios de Inteligencia norteamericanos--, "Estados Unidos no está haciendo nada más que aprobar, una tras otra, con agresividad, una serie de zafias medidas contra Rusia, y que contravienen todos los principios del derecho internacional".
Durante el anuncio de las medidas, el portavoz de Exteriores ruso, Dimitri Peskov, aseguró sin género de dudas que estas contramedidas fueron ordenadas personalmente por el presidente de Rusia, Vladimir Putin. En esta ocasión, y a diferencia de lo ocurrido a finales del año pasado, el mandatario sí que ha decidido tomar cartas en el asunto. Por aquellas fechas, Estados Unidos declaró personas non gratas a 35 diplomáticos rusos, dándoles 72 horas de plazo para abandonar el país y ordenó el cierre de dos mansiones en Centreville, Maryland y Oyster Bay, Nueva York, que supuestamente eran utilizadas para espiar.
Sergei Lavrov, ministro de Exteriores, sugirió en aquellas fechas expulsar de Rusia a 35 diplomáticos estadounidenses y prohibir que Estados Unidos siguiera usando una casa de campo en el noroeste de Moscú y un almacén en el sur de la capital rusa, en respuesta simétrica a Washington. Sin embargo, el presidente Putin anunció que el país no se rebajaría al nivel de una "diplomacia de cocina" y se reservaría el derecho a tomar contramedidas en función de la política que implementara la nueva administración estadounidense.