Kyle Rittenhouse se paseó luciendo rifle patrullando una ciudad literalmente incendiada por las protestas antirracistas tras el tiroteo policial a un hombre negro, en agosto de 2020, en la ciudad de Kenosha. Está acusado de matar a dos personas en ese momento. Ahora, rompe a llorar sin consuelo relatando el miedo que dice, pasó esa noche. Lágrimas y pucheros que algunos en la sala consideran pura estrategia.

Todo empezó cuando Rittenhouse tiroteó a un hombre que le había lanzado una bolsa de plástico. Tras ver lo que ha hecho, llama por el móvil y avisa: "Acabo de matar a alguien...". Su víctima queda en el suelo con un tiro en la cabeza mientras el adolescente huye.

Cuando intentaron detenerle y respondió disparando y le dio en el pecho a un joven que intentó quitarle el rifle. A otro le dispara en el brazo.

Sostiene, ahora en el juicio, que hizo todo eso en defensa propia: "No hice nada malo. Me estaba defendiendo." El juez ha regañado al fiscal por la dureza de su interrogatorio y por, considera, actuar de mala fe.

A Rittenhouse se le acusa de dos cargos de homicidio y otro de tentativa. Acudió a la ciudad desde otro estado, argumenta, para defender los negocios que estaban siendo vandalizados en las protestas y prestar ayuda médica. Asegura que llevó el arma para defenderse pero pensando que no tendría que usarla. Su defensa pide que el juicio se declare nulo.