Jebi, el tifón más poderoso en llegar al país en los últimos 25 años, dejó a su paso lluvias torrenciales, desbordamientos de ríos y vientos que superaron los 210 kilómetros por hora, lo que a su vez causó cuantiosos daños materiales en edificios y vehículos.

La mayoría de las víctimas -los medios nipones hablan ya de 11 muertos- sufrieron caídas causadas por las ráfagas huracanadas o resultaron golpeados por objetos proyectados por el viento.

Las aerolíneas niponas cancelaron casi 800 vuelos entre ayer y hoy, y el aeropuerto más afectado fue el de Kansai (Osaka, al oeste del país), que resultó inundado dejando atrapadas a 5.000 personas que fueron evacuadas en 25 autobuses y un ferri movilizado por los bomberos y la Guardia Costera.

Dicho aeropuerto internacional permanecerá cerrado indefinidamente, después de que las compañías All Nippon Airways, Japan Airlines y Peach Aviation cancelaron 184 vuelos nacionales e internacionales.

El primer ministro japonés, Shinzo Abe, anuló un viaje programado a Kyushu, isla al sur de Japón, para supervisar la respuesta del Gobierno al tifón y garantizó en su página de Facebook que harán "todo lo posible" para desplegar los servicios de emergencia y reconstruir las infraestructuras dañadas.

Más de 1,6 millones de hogares sufrieron cortes de electricidad en Osaka (oeste) y en zonas limítrofes, como la ciudad de Kioto, por lo que durante la noche las compañías energéticas han trabajado para restablecer el suministro de casi el 50% de las viviendas afectadas, informó el Gobierno.