Jakarta está en máxima alerta, tomada por la Policía e intransitable, entre alambradas y barricadas. Hay hasta 40.000 efectivos desplegados para frenar a los manifestantes que, en las últimas horas, han sembrado la capital indonesia de fuego e ira.

Las fuerzas gubernamentales se están empleando a fondo: gases lacrimógenos, cañones de agua y disparos, muchos disparos. Oficialmente con balas de goma, pero que ya han dejado seis muertos y más de 200 heridos.

El perdedor de los comicios del 17 de abril, el exgeneral Subianto, pide ahora que cese la violencia, pero no las protestas. Sigue denunciando irregularidades, aunque analistas internacionales consideran que no ha habido 'pucherazo'.