Las autoridades italianas han intervenido una comisaría de carabineros (policía militarizada) y han arrestado a seis agentes acusados , entre otros delitos, de tráfico de estupefacientes y tortura, un caso que ha suscitado la indignación en el país.

Se trata de la comisaría "Levante", en el centro de la ciudad de Piacenza, en la región de Emilia-Romagna (norte), en la que mientras prosigue la investigación, han sido detenidos seis agentes, mientras que según informan los medios italianos, cuatro han sido sometidos a varias medidas cautelares.

La acusación les atribuye diversos delitos graves como tráfico de estupefacientes, extorsión, encubrimiento, detención ilegal, tortura, lesiones personales, malversación o abuso de poder. Se trata de una operación sin precedentes en el país, la primera vez en que se interviene una comisaría al completo, según subraya la prensa, y ha sido llevada a cabo por la Guardia di Finanza (policía de delitos fiscales y de fronteras).

Los investigadores descubrieron que los agentes presuntamente daban la droga que requisaban a intermediarios italianos y estos a su vez la repartían a traficantes extranjeros para que la vendieran en las calles de la ciudad. La fiscal jefe de Piacenza, Grazia Pradella, ha reconocido que dentro de esa comisaría "no hubo nada de legal", definió la conducta de los agentes como "incomprensible" y justificó la intervención de toda la delegación policial para garantizar "futuros esclarecimientos".

Intensificación durante el confinamiento

Las presuntas actividades delictivas, que se cree que comenzaron en 2017, se intensificaron durante los meses del confinamiento, cuando los agentes aprovechaban para hacerse con provisiones y ayudaban a los traficantes a mover la droga. Los medios digitales han difundido las interceptaciones de las conversaciones entre los acusados, en las que planeaban la venta de la droga y calculaban las decenas de miles de euros que ganarían.

En la "comisaría de la vergüenza", como ha sido definida por el diario "La Repubblica", los agentes agredían violentamente a los traficantes que detenían para que confesaran dónde escondían su mercancía y hacerse con ella. Hay incluso una grabación en la que el considerado cabecilla, Giuseppe Montella, de 37 años, pedía a sus secuaces que asearan y limpiaran la sangre a uno de los detenidos después de haberle propinado una paliza mientras estaba esposado. También se escuchan las agresiones a un inmigrante egipcio que llora y pide que dejen de pegarle mientras los agentes ríen.

La Guardia de Finanzas logró acceder a los teléfonos móviles de los acusados con un sistema electrónico y descubrieron fotografías en los que los agentes aparecen de fiesta mostrando billetes, sacos de cannabis e incluso a un extranjero sangrando en el suelo.