Es el sonido de la desesperación. Bebés recién nacidos y menores de un año no paran de llorar porque tienen hambre y miedo. Son huérfanos que sobreviven en condiciones infrahumanas en un orfanato de Jartum, en Sudán, donde el conflicto armado empezó hace 10 años, en 2013.

Hace unas semanas el edificio fue alcanzado por un proyectil. Una de las voluntarias que trabaja en el centro cuenta que, a medida que pasan lo días, la situación se ha vuelto más difícil y peligrosa para todos. Además, asegura, que el proyectil cayó cerca de la habitación donde ahora se escucha llorar a estos bebés.

Durante semanas han estado atrapados, sin alimentos ni medicamentos. Solo el pasado fin de semana 26 niños murieron por desnutrición y fiebres, y al menos 60 menores lo han hecho en las últimas semanas. Los médicos y voluntarios que trabajan en la zona denuncian que no se les está escuchando y piden compasión para salvar la vida de los más de 300 niños que todavía quedan en el orfanato. Advierten de que, si no son evacuados con rapidez, morirán más y más menores.

Las imágenes son desgarradoras. Dentro del centro solo quedan cunas vacías y cuerpos sin vida envueltos en sábanas, que esperan para ser enterrados. Y fuera de los muros del orfanato, los combates continúan en las calles de una capital devastada por la guerra.

Lucha de los militares por el control del país

Las hostilidades estallaron de nuevo el 15 de abril. El motivo: la integración del grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) dentro del ejército sudanés. Ambos grupos están enzarzados en un intenso choque armado en distintos puntos del país. Su lucha ha causado la muerte a más de 860 civiles, incluidos 190 niños, y miles de heridos.

Casi 16 millones de personas necesitaban ayuda humanitaria antes del conflicto armado en Sudán, que se inició en 2013. Ahora, esa cifra, ha subido hasta los 25 millones de personas en riesgo, según Naciones Unidas.