El autor del tiroteo, que ha convertido una fiesta universitaria en California en una tragedia, es un exmarine de 28 años, poco mayor que sus víctimas. En los últimos años había tenido pequeños encontronazos con la ley y había necesitado ayuda psicológica.

Llegó a la discoteca vestido de negro, encapuchado. Armado con una pistola y mucha munición, mató al guarda de la puerta y, sin mediar palabra, comenzó a disparar. "Al principio creímos que era una broma. Luego cogimos un taburete y rompimos las ventanas", afirma una de las supervivientes.

Un chico y sus amigos pusieron a salvo a, al menos, 30 personas. "Apartábamos a la gente, contra las barras, para que no estuvieran en la línea de tiro, y les empujábamos por la ventana", añade ante las cámaras.

Ya fuera, muchos de los jóvenes auxiliaban, a la carrera, a sus compañeros heridos. Una decena de personas, y uno de los policías que actuaron, no salieron con vida.

Un trauma para un superviviente que estaba allí con su hijo y que se rompía ante los medios. "¡Tenía que haberme quedado a ayudar, lo siento!"

Al atacante se lo han encontrado muerto al acabar todo. Las autoridades creen que, cercado, se suicidó. El presidente Trump ha enviado sus condolencias, vía Twitter, y ordenado que ondeen a media hasta las banderas en memoria de las jóvenes víctimas.