Una patrulla de la Operación Centinela vigila la concurrida plaza frente a Notre Dame. De repente, de entre la multitud sale un hombre, martillo en alto, al grito de "¡esto es por Siria!", se abalanza y la emprende contra los agentes a martillazos y patadas. Enseguida lo derriban, de un tiro en el pecho. "Había mucha gente, pasamos mucho miedo; salimos corriendo como locos cuando vimos al hombre", explica un turista testigo del ataque.

Llevaba encima varios cuchillos y un carné a nombre de Farid Ikken. Sería un argelino de 40 años, estudiante de doctorado, casado con una sueca, discreto, dulce y -según el director de su tesis- "en las antípodas" del yihadismo.

Nunca mostró signos de radicalización, confirma el Gobierno. Pero en su apartamento han encontrado un vídeo en el que juraba lealtad a Daesh. 900 personas estuvieron hora y media encerradas en la catedral, manos en alto, por seguridad.

Aunque la Fiscalía Antiterrorista y el Elíseo lo consideran un incidente aislado, Macron ha anunciado la creación de una fuerza táctica que concentrará y coordinará los esfuerzos de los distintos cuerpos de seguridad e inteligencia. Estará siempre operativa y bajo tutela directa del Presidente. Se enmarca en la nueva gran ley antiterrorista que prepara para otoño, y que incluiría, entre otras cosas, cerrar los lugares de culto que inciten al odio.