Decenas de cuerpos de civiles muertos yacen en las calles de Bucha, la ciudad situada a 25 kilómetros de Kiev que los rusos ocuparon durante 29 días. El rastro dejado tras su liberación revela el horror que han vivido sus ciudadados, dejando unas imágenes de las que advertimos su dureza.

Cuerpos arrojados a fosas comunes, inertes en mitad de un paisaje apocalíptico. Los vehículos del ejército ucraniano transitan por una ciudad llena de cadáveres, y los supervivientes salen por fin a la calle después de un mes refugiados en sus frágiles casas.

Mariya Zheelova, ciudadana de Bucha, cuenta lo "aterrador" que ha sido la invasión rusa. "Dos veces regresé de entre los muertos", explica, con dos balas que pudieron acabar con su vida.

El dolor por los muertos convive con la emoción de saber que la ciudad ha sido liberada. Su alcalde afirma que un tribunal juzgará a los culpables de la matanza indiscriminada de civiles, que superarían los 300 según los primeros cálculos.

Los cuerpos siguen esparcidos por las calles porque el ejército ucraniano teme que hayan colocado minas y cables explosivos junto a ellos.