Para Andrei Pokrasa su mini dron era su juguete favorito, algo típico para cualquier chico de 15 años. Sin embargo, su vida cambió de la noche a la mañana con la invasión rusa de Ucrania a finales de febrero.

De la noche a la mañana, el pueblo de Andrei se vio en el medio de la avanzadilla de los rusos y las defensas militares ucranianas buscaban desesperadas un piloto de drones para localizar los convoyes del enemigo. Y ahí entró el niño, con apenas 15 años, y muerto de miedo.

Con su padre y con su dron se jugó al vida para enviarle las coordenadas exactas de las fuerzas rusas a las filas ucranianas. Hoy, gracias a eso, Andrei tiene un dron de largo alcance regalo de los militares ucranianos que ahora lo quieren reclutar.

Él se siente extraño porque explica que también dentro de los tanques rusos había personas. Pero, mientras, los suyos le consideran un héroe de guerra.