Marlene Naromie Joseph, enfermera de Médicos Sin Fronteras (MSF) y una de las supervivientes del terremoto de Haití, recuerda que escuchó "un ruido que parecía el de una explosión, de una bomba atómica".

Bastaron solo dos minutos para hacer desaparecer a más de 250.000 almas. "En ese momento me dije solo una cosa: si supero este minuto, sobrevivo", cuenta la enfermera de Médicos Sin Fronteras que consiguió sobrevivir

Los cimientos cedieron y, con el silencio, aparecieron los cadáveres y una imagen para las retinas de los que estuvieron allí: muertos vivientes deambulando por las calles y rostros sin nada que decir, donde solo cabía un intenso vacío.

Han pasado diez años desde entonces y Haití no ha conseguido levantar la cabeza. Su población vive con apenas dos euros al día y la sanidad es de pago. Javier Fernández, coordinador del proyecto MSF en Martissant critica esta situación: "Sobre un 10% de las admisiones son casos de asma grave. Cuando llegan necesitan un inhalador que cuesta unos tres dólares".

Haití está todavía muy lejos si quiera de acariciar el control. En los últimos meses la violencia se ha disparado. "Hay desde heridas de bala a heridas de arma blanca. La media que sacamos es de dos heridos por bala diarios", afirma Javier Fernández.

La ayuda internacional no tardó en llegar, pero a día de hoy nadie sabe qué ha sido de ella. Y por alguna mala jugada del destino, alguien ha decidido que Haití todavía no ha sufrido lo suficiente.