Agosto de 1941. La II Guerra Mundial estaba en plena ebullición y las tropas de Hitler avanzaban por la región ucraniana de Jersón, cerca de la ciudad de Zaporiyia. Stalin tenía un plan para pararlas: volar la presa hidráulica de la ciudad.

El plan funcionó, frenaron la avanzadilla nazi, pero las consecuencias para la población fueron dramáticas: se estima que entre 20.000 y 100.000 personas murieron a consecuencia de las inundaciones.

Inundaciones, las de entonces, parecidas a las de ahora. Las que ha causado la voladura de la presa Nova Kajovka, también en la región de Jersón. Las calles se han convertido en ríos, hay 10.000 hectáreas agrícolas inundadas, 3.000 viviendas destrozadas y hasta 2.000 personas evacuadas. Además el agua ha arrastrado minas que han terminado explotando y sorprendiendo a los equipos de rescate.

Nadie entiende un ataque tan cruel. Una de ellas, Ludmilla, residente en Jersón, comenta: "¿Cómo pueden hacer esto? De acuerdo, es la guerra, los soldados luchan entre sí, pero, ¿volar la presa hidroeléctrica? No tengo palabras. Es bárbaro".

El agua como arma de guerra

Tan bárbaro como que las propias autoridades designadas por Rusia en la zona han tenido que declarar el estado de emergencia. El agua usada como arma de guerra pero, como Yago Rodríguez, director de 'The Political Room' ha contado en 'Al Rojo Vivo', no es la primera vez que Rusia lo hace en esta guerra: "Es un método relativamente habitual en cualquier guerra. De hecho en esta se ha practicado ya. Los rusos, por ejemplo, atacaron y destruyeron varias presas durante este invierno".

El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, afirma que ahora mismo hay unas 20.000 personas sin agua potable por eso no duda en calificar el ataque de Rusia como "un crimen, un ecocidio", añadiendo que volar la presa es como lanzar una bomba ambiental de destrucción masiva.