Yuri Shalayev tenía tan solo 23 años cuando fue llamado a filas para luchar en la guerra en Ucrania. Pocos meses antes de la invasión, tenía la vida de cualquier otro joven: salía con sus amigos, se tomaba una cerveza con su novia y cuidaba de su hija, la pequeña Masha. Yuri se graduó como jefe de pelotón de infantería motorizada y bebía para celebrarlo con sus amigos. Su vida cambió el 24 de febrero.
Ya en el camino, un anciano les advertía: "Volved con vuestras madres". Pero tanto él como sus compañeros continuaron hacia adelante: si no, acabarían expulsados del Ejército. El 3 de marzo llegaron a Ucrania. Los bombardeos rusos ya habían reducido a cenizas muchas ciudades. Como otros soldados rusos, Yuri comenzó a hacerse preguntas.
Su vida se redujo rápidamente a pasar el tiempo dentro de su blindado mientras veía cómo sus compañeros eran alcanzados. "Hemos cogido un cadáver del batallón de ingeniería. Era carne picada", relató en uno de sus vídeos a modo de diario. Los días fueron pasando y la guerra ya parecía no ir tan bien como el Kremlin aseguraba. "Están acabando con nosotros, estamos muertos", explicaba a la cámara.
De un momento a otro, Yuri y su batallón no sabían qué hacer, si reagruparse o no. Acabaron en un pueblo abandonado y el joven ruso comenzó a sentir el peso de la guerra. Poco después, su blindado fue destruido. Pero Yuri logró sobrevivir y se ocultó en una granja, hasta que le encontraron. Es el último vídeo que grabó antes de ser capturado por los soldados ucranianos.