En el mundo se fabrican 150.000 millones de prendas al año. El 30% nunca llega a venderse y acaba, en muchas ocasiones, incinerada.

Una práctica habitual tanto en las marcas 'low cost' como en las de lujo, y que Francia quiere prohibir por ley.

"Las marcas de lujo suelen quemar artículos para que no baje su valor en el mercado", denuncia Brenda Chávez, periodista y autora de 'Tu consumo puede cambiar el mundo'.

Uno de los incidentes más polémicos lo protagonizó Burbérry en 2017. La firma quemó ropa, accesorios y perfumes valorados en 32 millones de euros. Un excedente que se debe, principalmente, a un sistema de sobreproducción.

"Hay una mala planificación, prevén un volumen de ventas y a veces la previsión de ventas no se corresponde", apunta Miguel Aguado, socio de la consultora B Leaf. "La industria está produciendo por encima del consumo", añade Brenda Chávez.

Incinerar la ropa desprende tóxicos, pero los expertos apuntan a que la mayor contaminación se produce durante la fabricación de la prenda. Teniendo en cuenta la producción de algodón, del propio pantalón y del ciclo de vida, un vaquero necesita 12.000 litros de agua, libera 32 kilos de dióxido de carbono y necesita diez kilos de colorantes y químicos.

Una cifra todavía más preocupante se sabiendo que, cada año, se fabrican más de 1.000 millones de pantalones.

"Tenemos un 60% más de ropa en nuestro armario y nos dura la mitad de tiempo que hace 15 años. Consumimos ropa bajo el concepto de usar y tirar", asegura Miguel Aguado.

De aprobarse el proyecto de ley, Francia sería el primer país en sancionar con hasta 450 euros por prenda a las firmas que queman los excedentes. Un costoso toque de atención para la segunda industria más contaminante del mundo.