José Antonio Jiménez, de 55 años, fue declarado muerto a las 9.48 de la noche, tras recibir una inyección letal en la Prisión Estatal de Florida, en el condado Bradford, tras permanecer 24 años en el pabellón de la muerte. Jiménez había sido declarado culpable de asesinar a cuchilladas a una mujer en 1992 durante un robo.

Horas antes de su ejecución, el hispano se hallaba "calmado" y de "buen ánimo", según portavoces de la prisión, y recibió la visita de un consejero espiritual católico.

Jiménez fue hallado culpable del asesinato de Phyllis Minas en 1992 en North Miami, y dos años después, estando ya en prisión, del homicidio y robo de otra mujer, Marie Debas, ocurrido en 1990 en Miami Beach.

La ejecución de Jiménez es la número 1.490 desde 1976, cuando se restituyó este castigo en el país, y la 97 en el estado de Florida.

El gobernador de Florida, Rick Scott, reprogramó en noviembre pasado la ejecución de Jiménez, que estaba prevista para el 14 de agosto, pero fue suspendida temporalmente debido a un último recurso legal que fue negado por el Tribunal Supremo de Florida.

La defensa de Jiménez buscó detener de nuevo la ejecución mediante una apelación ante el Supremo de EEUU, argumentando que los detectives a cargo de la investigación rindieron falsos testimonios y perdieron informes.

Igualmente instó a la corte a considerar la inyección letal como un protocolo "cruel" que viola la Octava Enmienda de la Constitución, que se refiere, entre otros, a los castigos.

Sin embargo, estos recursos de última hora fueron rechazados por la máxima instancia judicial, en un escrito en el que no emitió comentarios.

La Conferencia de Obispos Católicos de Florida había solicitado al gobernador Scott "conmutar" la sentencia de muerte de Jiménez y de los demás reos en el pabellón de la muerte a cadena perpetua.

La muerte de Jiménez es la número 28 desde que Rick Scott, senador federal electo, asumió el cargo de gobernador de Florida en 2011, la mayor cifra que ostenta un jefe del ejecutivo estatal desde que se volvió a instaurar la pena de muerte.