Heroinómanos en las calles. Este es el desolador panorama en Nueva York, EEUU, donde la pandemia de coronavirus ha disparado el consumo de opiáceos. El confinamiento ha hecho que muchos rehabilitados vuelvan a caer en las drogas.
"Volví a los calmantes, los tomaba cada día. Luego llegó un punto en el que empecé a consumir heroína estando solo", confiesa Arman Maddela, adicto a los opiáceos en rehabilitación.
Se han disparado las muertes por sobredosis, más de 93.000 en 2020, más de diez cada hora. Una epidemia agravada por el auge del fentanilo, una droga sintética 50 veces más poderosa que la heroína. "Solo en los últimos meses, conozco a siete u ocho personas que han muerto por sobredosis de fentanilo", revela Maddela.
Llegan a esa droga tras, como Arman Maddela, hacerse adictos a calmantes y analgésicos que inundaron el mercado en los 90. Por eso, la farmacéutica Johnson & Johnson y tres distribuidores van a pagar 26.000 millones de dólares por su responsabilidad en esta crisis.
"(Es) el segundo mayor acuerdo económico en la historia de EEUU, solo por detrás del del tabaco de hace 20 años", indica William Tong, fiscal general del Estado de Connecticut.
Dinero que se utilizará para que los centros de rehabilitación puedan seguir tratando a adictos. "(Lo usaremos) para crear camas de larga estancia para nuestros pacientes. Muchos tienen trastornos concurrentes", sostiene Lisa Zappia, presidenta del centro de rehabilitación Prestera.
La adicción se suma a otros trastornos que también se han disparado con la pandemia de COVID-19. "Los pacientes vienen con más trastornos de ansiedad, bipolaridad y depresión. Es por el aislamiento", explica Kate Judd, doctora de programas del centro de rehabilitación Shoreline.
A exadictos como Randie, el acuerdo les sabe a poco. "Nadie va a ir a la cárcel por esto", lamenta. En total, la crisis de los opiáceos se ha cobrado casi un millón de vidas.