Tras el ataque con drones de Irán a Israel como represalia tras la ofensiva a su Consulado en Damasco, todas las miradas están puestas en Irán y su programa nuclear. El temor de occidente es que el objetivo del régimen iraní sea hacerse con una bomba atómica.

Hay que remontarse a finales de los años 50 para ir al origen del programa nuclear iraní. Fue entonces cuando Estados Unidos, en su afán desarrollista, firma un acuerdo de cooperación nuclear. Pero todo empieza a torcerse, entre otras cosas, con la revolución islámica del 79.

Durante esa época, Irán empieza a coquetear con usos no pacíficos. Unos años más tarde, en los 2000, comienza la preocupación internacional al descubrir centros clandestinos iraníes que producían uranio enriquecido y plutonio, elementos básicos para las armas atómicas.

El radical presidente de entonces, Mahmud Ahmadineyad, protagoniza un tira y afloja con Occidente y años de sanciones. Con su sucesor en 2015 hubo un histórico pacto de contención bajo los recelos de Arabia Saudí o de Israel, acuerdo que se ha demostrado fallido.

Como se ha podido comprobar, Irán ha hecho oídos sordos y sigue enriqueciendo uranio. Teherán ha acumulado el suficiente para construir varias armas, pero la inteligencia occidental considera que aún no ha iniciado un programa armamentístico formal.