A la intemperie y abrigados por el fuego que usan para cocinar lo poco que tienen, miles de refugiados sirios esperan con incertidumbre en tierra de nadie mientras Turquía intenta desentenderse de ellos y Grecia continúa negándoles la entrada en Europa.

En la frontera turco-griega se agolpan miles de refugiados esperando una respuesta por parte de los gobiernos de ambos países. Tal y como narra Ali Muhammed, un niño migrante de 13 años, la situación es extrema: "Nos echaron bombas lacrimógenas", explica antes de derrumbarse reiterando que tan solo quiere "ir a Grecia".

Viven con la tensión de saber que pueden volver a producirse imágenes de violencia por parte de las fuerzas policiales. Ejemplo de ello es que los gases lacrimógenos e incluso una bala han alcanzado a Azzedine, uno de los migrantes allí agolpados. "Se me ha roto la pierna, no quieren atenderme. Está la gente muriéndose", ha recriminado.

Ahora, Azzedine narra a laSexta que se ha visto obligado a regresar a Turquía perseguido por la policía griega. Su familia, en España, busca ahora una manera de ayudarlo. "Estamos intentando enviarle dinero y buscar una salida", ha reconocido Fátima, su mujer, que culpa al gobierno turco de esta situación: "Querían deshacerse de la gente".

La situación también es insostenible al otro lado de la frontera, en Grecia, donde los campos de refugiados están desbordados y no cesan las agresiones de miembros de ultraderecha en las calles. Así, muchas ONG's, como la española 'Rowing Together', han tenido que cerrar.

La coordinadora de 'Rowing Together', Isabel Rueda, ha asegurado que lo han hecho "por cuestiones de seguridad". "Las medidas que está tomando el Gobierno son exageradas. Usan gases, rompen sus barcas...", ha denunciado.

Asumen, asegura esta organización, una cantidad de migrantes de los que no se pueden hacer cargo. Así, la crisis humanitaria no es, a su juicio, más que una consecuencia de lo que empezó en 2015.

Grecia incluso quiere cerrar los campos que habilitó entonces y convertirlos en centros de internamiento. Está por ver si las autoridades europeas, que hoy visitan la frontera, se lo permiten.