El carburante en España es caro. Cuesta un 14 por ciento más que en el resto de Europa. Y la culpa no es de los impuestos que soportan la gasolina y el gasóleo aquí, porque es antes de aplicar esa carga impositiva donde se nota la gran diferencia. El año pasado en el resto de Europa, el carburante sin impuestos cayó más de un siete y medio por ciento; en España sólo un 1,3 por ciento.