Es el turno de los indecisos en un país polarizado que sentenciará su futuro. Dos candidatos que sostienen un mismo record: el de la impopularidad, con el que han registrado un record histórico.

El grupo de indecisos y de quienes van a optar por un tercer partido se sitúa entre el 9% y el 17%. Hace cuatro años estaba entre el 3% y el 5%. Las encuestas radiografían que los jóvenes es el grupo predominante entre los que no han decidido aún su voto. Mismo grupo en el que Trump obtiene los peores resultados.

Incluso entre el votante republicano genera dudas: "Yo soy republicano, tal vez Trump si Trump cambiará de actitud y pensará diferente y actuara diferente entonces, tal vez podría votar por él, sino, no lo sé".

Ese "no lo sé" encuentra parte de su justificación en una campaña agresiva, encarnizada y llevada al barro prácticamente a diario. Una campaña exenta de propuestas pero plena de misiles lingüísticos.

La propia Hillary en el último anuncio televisado de dos minutos que se emitirá, deja entrever que no es tanto una cuestión de nombres sino de modelo de futuro. Trump ha aprovechado incluso ese último anuncio para seguir atacando. Ninguno de los dos ha conseguido seducir. Arañaran cualquier oportunidad porque cada voto es determinante.