Beirut se enfrenta al día después de la fuerte explosión que ha arrasado parte de la capital libanesa, provocado más de 130 muertos y 5.000 heridos además de innnumerables daños en más de la mitad de la ciudad, por lo que los equipos de rescate se afanan en buscar supervivientes entre los escombros.

Según las autoridades, aún hay más de 100 desaparecidos y alrededor de 300.000 personas ha perdido su casa, por lo que la Cruz roja libanesa ya ha anunciado que va a acoger a mil familias que se han quedado sin nada.

Las imágenes que llegan este miércoles desde la ciudad son devastadoras: edificios derruidos, coches calcinados y naves arrasadas, según el Servicio Geológico de los Estados Unidos, la explosión fue similar a un terremoto de magnitud 3,3. Entre las víctimas no hay ningún español, pero sí han confirmado que se encuentran un australiano y dos filipinos.

La investigación preliminar señala que la explosión fue fruto de una negligencia. Las autoridades portuarias venían alertando del peligroso almacenaje de nitrato de amonio desde 2014.

El presidente ha prometido duros castigos a los responsables y asegura que se va investigar y revelar lo que ha pasado cuanto antes, pero ya ha afirmado que considera inaceptable que cerca de 3.000 toneladas de nitrato de amonio estuvieran almacenadas sin medidas de seguridad.

Hacinamiento en los hospitales

Los hospitales en Beirut, algunos fuertemente dañados por la explosión, se encuentran hacinados, también con pacientes de coronavirus, cuyos contagios se han disparado en este país en el que se impuso el confinamiento de la población.

La explosión tendrá importantes consecuencias económicas puesto que la destrucción del principal puerto del país dificultará el suministro de alimentos en el futuro, lo que se suma a la crisis financiera y a la hiperinflación en el país, que pasa por su peor crisis económica desde el final de la guerra civil (1975-1990).