Abdullah convirtió la guerra de Siria en un juego para su hija. Nos cuenta que lo que intentó es “protegerla”, inventándose métodos para que estuviese mejor. Una ofensiva del régimen cambió sus vidas.

La pequeña Salwa pasó de disfrutar de los típicos juegos al aire libre a encerrarse en casa. Dejó la escuela, pero siguió haciendo tareas, porque su ciudad era sinónimo de bombas y destrucción. “Salimos de Siria para meternos en una segunda guerra”, relata, una guerra contra la pandemia del coronavirus.

“Es difícil ser refugiado en otra tierra, pero a veces es mejor vivir con menos recursos fuera que vivir en un palacio dentro de la guerra”, cuenta Abdullah. En su viaje a Turquía, el cual realizaron en coche, hicieron algunas paradas y durmieron en campos de refugiados.

“Cuando entré a Turquía encontré un trabajo y después llegó el coronavirus, lo perdimos todo”, asegura. Por eso, Abdullah ha iniciado una campaña para juntar dinero y poner un negocio propio. Quiere darle a su hija una vida en la que pueda estudiar y en la que pueda soñar con tener una vida como cualquier niño.

Porque Salwa y su familia no han querido esperar a que pase la tormenta, sino que han aprendido a andar bajo la lluvia.