Se llama Joseph Shiankope, es músico, sudafricano, y lleva 35 años viviendo en España. Se cumple el 25 aniversario del final del Apartheid, y los fantasmas del pasado vuelven a su memoria.

"Cuando venía un blanco, el africano se tenía que apartar, no podías mirarle a la cara, si lo hacías, te daba un bofetón por falta de respeto", nos cuenta, recordando la terrible desigualdad.

Nació en Zimbabwe en 1964, en plena radicalización del hombre blanco. En su país y en el hermano Sudáfrica, Joseph sufrió la ira del apartheid, leyes absurdas en las que un simple lápiz marcaba tu destino y tus derechos. "Tú te lo ponías en el pelo, y, si se quedaba, eras inferior a aquellos que tenían el pelo largo y el lápiz se caía", recuerda Joseph.

Existía la segregación geográfica por rangos de piel, la llamada 'política del pase': un carnet con el que a los negros se les limitaba el acceso a las grandes ciudades.

Tampoco los querían dentro de los colegios. "Los africanos teníamos que colocar el brazo y tocarnos por detrás de la oreja, entonces podía entrar en el colegio", cuenta. Todavía recuerda su primer paseo en autobús tras el final del Apartheid. "¿Qué pasaba si me sentaba al lado de un blanco? Te podía partir la cara, pero había que hacerlo. Cogías respiración y te sentabas a ver qué pasaba", destaca.

Muchos murieron por ello, el Congreso Nacional Africano, con Biko y Mandela al frente, permitió a los negros, por fin, levantar la cabeza.

Para Joseph, su legado está en peligro: "Lo que necesitamos es un diálogo, un esfuerzo de cada persona sea del color que sea". Como la música, Sudáfrica necesita de toda sus notas, sean del color que sean, para componer una nueva melodía.