Con solo una referencia simbólica a la necesidad de fortalecer la contribución del comercio a la economía, los ministros de Finanzas y banqueros centrales de las 20 principales economías mundiales han roto con una tradición de diez años de rechazar el proteccionismo y de apoyar la apertura comercial.

Los líderes financieros además retrocedieron en sus promesas de respaldar la protección ambiental, un resultado previsible después de que el presidente estadounidense, Donald Trump, dijera que el cambio climático era una falsedad.

Los portavoces de las distintas delegaciones han coincidido a la hora de destacar la postura taciturna de Estados Unidos durante la cumbre, automarginándose de temas claves, sin mostrar voluntad de llegar a soluciones intermedias y prácticamente atacando un acuerdo que requería la firma de todos los miembros.

El gobierno de Trump ya se había abstenido de un acuerdo comercial principal y propuso un nuevo impuesto sobre las importaciones, argumentando que por la protección de los trabajadores estadounidenses se debían reformular ciertas asociaciones comerciales.

Los líderes financieros del G-20, no obstante, reafirmaron su compromiso de abstenerse de aplicar devaluaciones cambiarias competitivas. Estados Unidos se había quejado de que algunos de sus principales socios comerciales usaban divisas artificialmente devaluadas para beneficiarse comercialmente.