Afganistán es un país de 40 años en guerra con una de las peores economías del mundo y que ahora, además, vuelven a gestionar los talibanes. "La economía depende de la exportación del opio. De hecho, de ella depende la amplia mayoría de la población", ha explicado a laSexta Jorge Fonseca, profesor de Economía Internacional de la UCM. Hasta ahora, los ingresos de los talibanes, según algunas estimaciones, han rondado los 1.000 millones al año.

¿De dónde sale ese dinero? Entre otros factores, del tráfico de drogas, la minería ilegal, impuestos en las zonas ocupadas y donaciones. Pero la economía afgana, su PIB, es tres veces mayor que cuando salieron del poder. Se cifra en 22.000 millones de dólares al año. "Dependía mucho de la ayuda occidental. Los talibanes no tienen experiencia en tratar una economía de manera eficiente", ha señalado Mario Weitz, consultor del Banco Mundial y profesor de ESIC.

Afganistán apenas tiene industria. Seis de cada diez reciben ingresos de la agricultura y el 40% de trabajadores vive con menos de dos dólares al día. El 75% del presupuesto eran ayuda extranjera, y ahora hay otra amenaza: que los precios se disparen. "A medio o largo plazo es clave para los talibanes ser capaces de pagar el sueldo de los funcionarios", ha detallado a laSexta Juan Ignacio Crespo, estadístico del Estado y analista financiero. De momento, la balanza de los talibanes se inclina hacia las pérdidas.

Se corta la financiación extranjera y la ayuda del FMI, y la gran parte de sus reservas de moneda y oro están bloqueadas en el extranjero. "Lo que se espera es una situación muy penosa para la población", ha apuntado Jorge Fonseca. Sus oportunidades pasan actualmente por recibir ayudas de otros países, aflorar la economía sumergida talibán, y explotar su joya de la corona, los minerales.

"Los recursos minerales que se pueden explotar se podrían valorar ahora mismo en tres billones de dólares, pero son recursos que están por explotar", ha precisado Juan Ignacio Crespo. Esta financiación podría pasar por Irán, Pakistán, Arabia Saudí, Rusia y, sobre todo, China. "Es cierto que tiene una infraestructura mala -no tiene ferrocarriles y está muy lejos del mar-, pero los chinos están muy interesados", ha destacado Mario Weitz. La gran incógnita es si estos inversores muestran confianza hacía un grupo terrorista como son los talibanes.