Inmerso en la mayor crisis de su campaña, Donald Trump decide darse un baño de masas. Breve aparición ante sus fieles seguidores concentrados frente a la Torre Trump para apoyarle. Dentro, su equipo permanece acuartelado siguiendo los acontecimientos desatados tras la publicación del vídeo que ha sacudido la campaña.

Desde entonces, se ha producido un éxodo sin precedentes en las filas republicanas. Un goteo constante de miembros del Partido que le han retirado su apoyo o incluso le han pedido que se marche y deje que sea su número dos quien aspire a la Casa Blanca.

Según su propia normativa, el liderazgo del partido republicano puede "cubrir cualquier vacante generado por causas de muerte, dimisión o de otro tipo del candidato a Presidente de Estados Unidos o del candidato a Vicepresidente de Estados Unidos". Es en el término 'vacante' donde está la clave, porque si Trump no dimite no hay previsto un mecanismo para deshacer lo hecho en la Convención de Cleveland.

Trump siempre ha sido un candidato difícil de defender y muchos se han resistido. "Aquí han venido distintos republicanos y ninguno se posiciona del lado de Trump, al contrario, todos dicen que no era su candidato", explica la directora de relaciones externas del Instituto Franklin-UAH, Cristina Crespo.

Inlcuso antes de este escándalo muchos temían que su candidatura perjudicara a congresistas y senadores que también se juegan la reelección en noviembre. "Son elecciones diferentes, cada congresista y senador hace su propia campaña, pero indudablemente que lo que haga Trump les afecta", cuenta Cristina Manzano, directora de Esglobal.

La preocupación es aún mayor tras la polémica que inevitablemente marcará el segundo debate. La estrategia de Trump podría ser atacar a los Clinton por las aventuras extramatrimoniales del expresidente.