Trump inicia su tercer año sin el respaldo del Congreso al completo y cierta erosión entre su electorado moderado. Sus incentivos fiscales comienzan a perder efecto en la desaceleración económica y sigue sin eliminar de la narrativa la investigación sobre Rusia.

El segundo año de Donald Trump como presidente de EEUU ha sido el año de la polarización: el resultado de un canje por el que el magnate estadounidense ha exacerbado su programa nacionalista para conservar el apoyo de su base de irreductibles a sabiendas de que iba a reactivar a una oposición dormida que, al final de este año, le ha costado la pérdida de la mayoría en la Cámara de Representantes.

La actual parálisis en la que está instalado el Gobierno federal, que lleva casi un mes sin pagar a gran parte de sus funcionarios y corre el afectar al PIB trimestral es precisamente fruto de una lucha simbólica: la finalización del muro de separación con México que Trump ha defendido como una medida indispensable para garantizar la seguridad nacional, a pesar de las innumerables quejas de ONG sobre el maltrato a los inmigrantes, que ha culminado en la muerte de al menos dos niños bajo custodia de las autoridades.

No hay informe dentro del Gobierno que verifique los problemas por los que el presidente insiste en completar el proyecto, la droga que entra desde México lo hace a través de los puertos, no por vía terrestre, según la agencia nacional antidroga, la DEA, que en realidad es fruto de un programa nacionalista y aislacionista, como lo ha sido la guerra comercial que ha emprendido con China, su desvinculación del acuerdo sobre armas nucleares con Rusia, su salida del acuerdo nuclear con Irán, la retirada de las tropas de Siria o el incremento de los roces con la OTAN.

"Estados Unidos", declaró, "no puede ser la Policía del mundo". A día de hoy y según la media de sondeos confeccionada por el portal 'FiveThirtyEight', Trump sigue cómodamente instalado en un 39,9% de aprobación, menos de dos puntos por debajo que su máximo histórico, en los primeros días de su mandato, y puede permitirse el lujo de decir que ha cerrado este segundo año con un triunfo judicial de alcance extraordinario: la nominación de dos jueces conservadores al Supremo que inclinarán a la derecha la balanza de las decisiones judiciales durante las próximas décadas.

Trump ha escapado indemne de escándalos como el de los pagos secretos a la actriz y productora de cine pornográfico Stephanie Clifford, conocida como 'Stormy Daniels' sin que su reputación haya sufrido mella entre los sectores más puritanos de su electorado, o de retratos hirientes como el efectuado por el legendario periodista Bob Woodward en su libro 'Miedo: Trump en la Casa Blanca', donde algunas de sus fuentes describen un ambiente caótico liderado por un mandatario sin interés ni conocimiento alguno de la política.

Los efectos de la política económica de Trump se ha visto marcados por cierta ralentización. Como muestra, el PIB, que ha experimentado una deceleración en el último trimestre de 2018 por la caída de las exportaciones, en el marco de un periodo de "enfriamiento" económico, sumados a un declive de la confianza del consumidor y de la actividad manufacturera.

En diciembre la fuerza laboral aumentó en 312.000 personas y la tasa de desempleo acabó en el 3,9%, dos décimas menos que en 2017.

Si bien existe cierto consenso sobre la solidez actual de la economía norteamericana, también se ha constatado que los efectos de los estímulos fiscales que Trump, estimados en 1,5 billones de dólares, y su equipo impusieron al principio de su mandato comienzan a desaparecer al tiempo que cada vez son más notorias las consecuencias del conflicto comercial abierto con China, que alcanzará su punto culminante el dos de marzo, cuando las tarifas sobre importaciones se disparen desde el diez al 25%.

Todo esto ocurre tras 29 días de cierre federal de una cuarta parte del Gobierno. Una situación que, según advirtió el mes pasado la agencia crediticia Standard & Poor's, causa a Estados Unidos pérdidas de 1.200 millones de dólares semanales.

El parón no terminará hasta que las dos cámaras del Congreso solucionen sus diferencias y nadie sabe cuándo ocurrirá el siguiente encontronazo.

"La parálisis indica que la actual configuración de fuerzas en el Congreso, ahora dividido entre demócratas y republicanos, limita la consistencia política", según ha explicado al 'New York Times' el alto responable de la también agencia crediticia Fitch, Charles Seville.

A finales de semana, el portal digital 'Buzzfeed' hizo saber que Trump ordenó al que entonces era su abogado personal, Michael Cohen, que mintiera ante el Congreso sobre las negociaciones que realizó para tratar de sacar adelante la construcción de una nueva Torre Trump en Moscú, según fuentes federales.

Es el último episodio de la larga ristra de informaciones sobre las pesquisas en curso que está llevando a cabo el investigador especial, Robert Mueller, sobre la relación entre el presidente y el Kremlin. Nadie sabe cuándo se publicará el informe final, sus resultados o al alcance de quién estará. Hasta el momento han sido imputadas, como mínimo, 36 personas.