El presidente de Kazajistán, Kasim-Yomart Tokáyev, ha desvelado durante un discurso a la nación que dio la orden expresa de "disparar a matar" sin previo aviso contra los manifestantes, a los que ha calificado de "bandidos", si ofrecen resistencia a las autoridades.

"Di la orden a los órganos de la policía y el Ejército de disparar a matar sin previo aviso", ha señalado tras asegurad que no dialogará "con bandidos armados y preparados, tanto locales como extranjeros".

Desde el 2 de enero las calles de las principales ciudades del país están sumidas en el caos debido a las protestas que comenzaron por el incremento en más de un 100% del precio de los carburantes y que han derivado en una auténtica revolución contra el régimen de su actual presidente.

"Esta revuelta está socavando la integridad del país", aseguró el presidente, Kassym-Jomart Tokayev. Pero está solo. Su gobierno ha dimitido en bloque. De momento, ha declarado el estado de emergencia en el país y ha pedido ayuda a sus vecinos: Bielorrusia. "Solo les diría (a los manifestantes) que cortaran su rollo, que ya vale", dijo recientemente Aleksandr Lukashenko, presidente bielorruso. También a Rusia, que envió a sus "fuerzas de mantenimiento de la paz" en tanquetas.

El Ejército ha salido a las callespara intentar controlar la situación y los manifestantes se defienden de sus disparos con lo que pueden. Según varios medios, decenas de civiles habrían muerto. Mientras, las carcasas de coches y edificios siguen ardiendo por las llamas. Consecuencia de una revuelta que se extiende por todo el país.

Así, Kazajistán vive estos días las mayores protestas de su historia postsoviética, con manifestantes calificados de "terroristas" por el Gobierno. Las protestas en la segunda economía del espacio postsoviético se desataron el pasado 2 de enero tras el alza del precio del gas licuado, principal combustible automotriz del país, que duplicó su precio de los 60 tenge por litro a los 120 (0,14-0,28 dólares). Inicialmente el descontento general se originó el la región occidental de Mangystau, pero rápidamente se propagó por todo el país.

A la vez, las consignas de carácter económico y social derivaron paulatinamente en reclamaciones políticas. Muchos analistas atribuyen ahora las protestas al hartazgo de los kazajos con las élites antiguas, que fue creciendo en los últimos años y alcanzó su punto álgido tras una nueva subida de precios. La principal exigencia de los detractores del Gobierno es poner fin a la época del expresidente Nursultán Nazarbáyev, a quien los opositores acusan de todavía mantener el poder político en Kazajistán a la sombra del actual mandatario.