El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, regresó este lunes a la Casa Blanca tras una hospitalización de tres días para tratarse de la COVID-19 pese a que sus médicos han advertido que "no está fuera de peligro".

El presidente ha sido de los primeros pacientes conocidos a los que se ha suministrado una combinación de tratamientos potentes como el cóctel experimental de anticuerpos de la farmacéutica Regeneron que recibió el viernes, el antiviral Remdesivir y dexametasona.

La dexametasona suele ser suministrada normalmente en casos graves de la COVID-19, y muchos doctores advierten contra su administración en fases tempranas de la enfermedad, como en la que se encuentra Trump.

De hecho, en junio de este año, el director ejecutivo de la OMS, Michael Ryan, advirtió que este fármaco debía utilizarse "únicamente en casos graves y críticos" y señaló que al tratarse de un antiinflamatorio muy potente puede ayudar a la "multiplicación" del virus.

"No es para casos leves, no tiene un efecto profiláctico, es un antiinflamatorio muy potente que puede recuperar a pacientes que están muy graves cuando sus pulmones y su sistema vascular están muy inflamados", señaló.

¿Cómo funciona la dexametasona?

La dexametasona es un corticosteroide con efecto antiinflamatorio, y eso es lo que hace en el cuerpo de los pacientes más graves de coronaviorus. Si lo que enferma es la inflamación en los pulmones, el fármaco actúa precisamente cortando la acción inflamatoria que el virus provoca.

Un ensayo de la universidad de Oxford ha demostrado su eficacia en los casos más graves. Es decir, pacientes que están con oxigeno o en la UCI. Sin mbargo, no ha mostrado ningún beneficio en aquellos pacientes que no necesitan asistencia respiratoria.

A pesar de que no es un fármaco que provoque grandes efectos secundarios más allá de problemas estomacales, dolor de la cabeza o ansiedad, sí puede reducir las defensas, por lo que pacientes que lo consumen son más susceptibles de contraer otras enfermedades infecciosas.