Una joven, cazada por las cámaras de seguridad del aeropuerto de Kuala Lumpur, es la primera detenida por el asesinato de Kim Jong-nam.

Según Malasia, sería una de las dos mujeres que le abordaron en la terminal, cuando volvía a Macao, donde vivía exiliado. Aprovechando, al parecer, un descuido de su escolta, una le sujetó la cabeza por detrás mientras otra le rociaba con veneno.

Las inteligencias estadounidense, surcoreana y japonesa apuntan a un complot norcoreano, largo tiempo planeado. No se sabe si ordenado por su propio hermanastro, paranoico ante un posible golpe, o por las élites de Pyongyang que se disputan el favor del dictador. Y eso que, coinciden los expertos, Nam no era ya una amenaza para él.

En su día crítico con el régimen y candidato a líder, el primogénito de Kim Jong-il fue descartado por su vida disipada y cayó en desgracia por intentar entrar en Japón para visitar Disneylandia.

Pero Kim Jong Un hace tiempo que pisó el acelerador contra sus enemigos y llegó a ordenar la muerte de su tío y mentor por hacerle sombra, acusándolo de traición. De confirmarse, esta purga coincidiría con una de las grandes fiestas del régimen, el Día de la Estrella Brillante, que Pyongyang ha celebrado provocando también al mundo con sus misiles.