Nada, ni nadie, se libra de ser desinfectado en China ante la amenaza del coronavirus. En mitad de la jornada laboral y con los trabajadores sentados en sus puestos, un funcionario recorre las oficinas sin dejar un rincón sin rociar.

Con dosis más pequeñas limpian en algunos bancos los billetes que van a ser usados por los clientes y en las floristerías ningún ramo sale sin incluir un dosificador y ser esterilizado.

Tampoco coches y viandantes pueden moverse sin pasar por túneles de desinfección, desde los más convencionales a los más futuristas.

En las calles, drones y patinetes eléctricos para facilitar una tarea que parece no tener fin. Cualquier método es bueno para evitar el contagio y la propagación de la enfermedad. De ahí que no sólo China aplique estas medidas. Algunos repatriados han recibido una buena ducha de desinfectante nada más poner un pie en sus países.