En una carta abierta publicada por "Le Journal du Dimanche" dirigida al primer ministro francés, Jean-Marc Ayrault, que esta semana le criticó en términos muy duros, Depardieu señala que le entrega su pasaporte y su tarjeta de la Seguridad Social que "nunca ha utilizado". "Ya no tenemos la misma patria, soy un verdadero europeo, un ciudadano del mundo como me lo inculcó siempre mi padre", replica al jefe del Gobierno.
El actor se manifiesta molesto con el término "despreciable" que utilizó Ayrault en una entrevista en televisión para calificar la decisión de Depardieu de fijar su residencia en el pueblo belga de Néchin, junto a la frontera francesa, donde se ha comprado una casa. "¿Quién es usted para juzgarme así?", le replica después recordar que empezó a trabajar a los 14 años en una imprenta, luego como mozo de almacén, después como artista, y que siempre ha pagado sus impuestos.
Depardieu, que no quiere dar las razones precisas de su cambio de residencia (se limita a señalar que "son numerosas e íntimas"), recuerda que personas más ilustres que él "se han expatriado o se han ido" del país sin que haya habido la misma saña contra ellos.
Afirma que "desgraciadamente" ya no tiene nada más que hacer en Francia y que, aunque seguirá amando a los franceses, se va porque, dice, "ustedes consideran que el éxito, la creación, el talento, y en realidad la diferencia, tienen que sancionarse".
Además, el actor aprovecha en su carta para descalificar a la prensa que, con motivo de su exilio fiscal, ha hecho alusiones a ciertos aspectos nada favorecedores de su figura o de su biografía. "Yo no cargo contra los que tienen colesterol, hipertensión, diabetes o demasiado alcohol, o contra los que se duermen cuando van en moto: soy uno de ellos, como tanto les gusta repetirlo a sus queridos medios de comunicación", comenta con ironía, antes de apostillar que él no ha "matado nunca a nadie", ni desmerece como empresario que da trabajo a 80 personas.