El Estado Islámico se ha atribuido la responsabilidad del atentado terrorista que ha tenido lugar este viernes en una sala de conciertos cerca de Moscú, según ha comunicado el grupo en su canal de Telegram. El Daesh revindicó el ataque tan solo tres horas después de producirse. Lo cierto es que células terroristas del Estado Islámico llevan operando en Rusia desde hace semanas.

El 3 marzo las fuerzas de seguridad rusas abatieron a seis supuestos yihadistas en Ingushetia, en el Cáucaso Norte. Cuatro días más tarde, fue neutralizada otra célula terrorista que pretendía atacar contra una sinagoga en Moscú. Un día después, el 8 de marzo, varias embajadas occidentales advirtieron a sus ciudadanos en Rusia de un atentado inminente. Esta misma semana Putin afirmaba que los avisos occidentales solo tenían como objetivo asustar a la población rusa.

El Estado Islámico es un viejo enemigo de Putin. La intervención rusa en Siria fue clave para derrocar el Califato y salvar el régimen dictatorial de Bashar al-Ásad. "Los combatientes del Estado Islámico atacaron una gran agrupación de cristianos en la ciudad de Krasnogorsk, en las afueras de la capital rusa, Moscú, y mataron e hirieron a cientos de personas y causaron una gran destrucción en el lugar antes de retirarse a sus bases de manera segura", ha informado Amaq, órgano de propaganda de la organización, en su canal de Telegram.

Un grupo de asaltantes ha abierto fuego este viernes en el interior de la sala de conciertos Crocus City Hall, al noroeste de Moscú, provocando posteriormente varias explosiones y un incendio. Los atacantes, que han entrado en las instalaciones con ropa de camuflaje y armados con metralletas, han realizado varias ráfagas de disparos contra los civiles allí presentes.

Según el FSB, el ataque fue perpetrado por un grupo de hombres con armas automáticas en la ciudad de Krasnogorsk, al noroeste de Moscú antes de un concierto del grupo de rock Piknik.

Uno de los más graves de los últimos 20 años en la capital rusa

El atentado perpetrado es uno de los más graves, por número de víctimas, de los registrados en Moscú en los últimos veinte años. El peor ataque terrorista sufrido por la capital rusa en las últimas décadas se produjo el 23 de octubre de 2002 cuando un grupo de terroristas chechenos asaltaron el Teatro Dubrovka y tomaron como rehenes a unas 700 personas.

Durante la operación de rescate, el 26 de octubre de aquel año, murieron 129 rehenes (por inhalación de un gas empleado por el Ejército ruso en el operativo) y 41 terroristas (abatidos por las fuerzas especiales).