"Como resultado de la creación de la Comunidad de Estados Independientes, ceso mis actividades en el cargo de presidente de la URSS", así fue el último discurso de un presidente soviético.

Un Mikhail Gorvachov más que resignado pone fin a 74 años de historia soviética. Esa noche hay cambio de bandera en el Kremlin, que simboliza en fin de la Unión Soviética.

Gorvachov llega al poder con la idea de modernizar la economía y la política del país. Dos términos clave: 'Perestroika' y 'Glasnot'. Si en el exterior Gorbachov acaba con la Guerra Fría, en el interior sus reformas provocan la reticencia de los conservadores y el desencanto de los progresistas.

El accidente nuclear de Chernóbil es su primera gran crisis y demuestra que el régimen era mucho más débil de lo que Gorbachov creía.

El golpe de gracia llega el 19 de agosto de 1991, un Boris Yeltsin trajeado para la ocasión se acerca a sus tropas y puño en alto frena el golpe de estado, pero llama a la desobediencia civil.

Sabe que su victoria está ya muy cerca y no esconde la bandera que defiende, incluso se permite el lujo de interrumpir en el Parlamento al presidente.

Yeltsin se convierte en el gran triunfador de la derrota del golpe. Poco después, junto a otros líderes secesionistas, declaran 'muerte a la URSS'.

Ucrania declara la independencia desencadenando una cadena de abandonos entre otras repúblicas soviéticas. A sus 90 años, hoy Gorbachov, en sus memorias, tiene claro que siempre intentó ser fiel a sí mismo: dimitió para evitar un baño de sangre, aunque ya hacía semanas que era solo una autoridad a la que nadie obedecía.