La nueva primera ministra británica, Liz Truss, tendrá que hacer frente en sus primeras decisiones a la grave crisis energética que vive Reino Unido y a la inflación desbocada en el país, cuyas cifras podrían dispararse todavía más en los próximos meses y conforme llegue el invierno.

La todavía titular de Exteriores y el primer ministro, Boris Johnson, viajarán al castillo de Balmoral, en Escocia, para reunirse con la reina Isabel II y comunicarle, por un lado, la dimisión del 'premier' y la decisión del Partido Conservador sobre quién ha sido la elegida para sustituirle.

Truss llega al número 10 de Downing Street, residencia oficial del primer ministro, en medio de la preocupación de la población por el alza del precio de la energía, después de que regulador del sector, Ofgem, anunciara en agosto que el precio máximo que las compañías de energía podrán cobrar a los hogares al año a partir de este 1 de octubre ha sido fijado en 3.549 libras (4.202 euros), frente al actual de 1.971 libras (2.325 euros), un alza del 80 %.

Truss, que durante todo el proceso ha sido la favorita, no ha querido adelantar anuncios concretos en las últimas fechas pero aseguró que actuará en el plazo de una semana tras asumir el poder. "Creo que afrontamos desafíos muy graves. Actuaré en el plazo de una semana, (pero) no puedo decir lo que haré", ha dicho. "Si soy elegida primera ministra, en una semana voy a asegurar que hay un anuncio sobre cómo vamos a lidiar con el problema de las facturas energéticas y el suministro a largo plazo", ha señalado a la BBC.

"Lo que quiero es tranquilizar a la gente que actuaré, si soy elegida como primera ministra, en una semana", insistió.

El alza energética responde al aumento de los precios mayoristas del gas a nivel global al reactivarse las economías tras la pandemia y también por la guerra en Ucrania.

Además, se espera que el ascenso del precio de la energía dispare aún más la inflación interanual británica, que se sitúa en el 10,1 % pero que podría llegar al 13 % o más a finales de año.

Este aumento del coste de vida ha llevado a muchos sectores a secundar huelgas en reclamo de mejoras salariales.

El Reino Unido afrontó lo que ya los medios llaman el "verano del descontento" por la serie de paros, entre ellos el de Correos británicos, de estibadores o de los trabajadores ferroviarios.