El nuevo papa tendrá que hacer frente a un panorama muy sombrío. Benedicto XVI deja una Iglesia salpicada por numerosos escándalos que han quedado sin resolver. Francisco hereda las polémicas que forzaron la dimisión de Ratzinger. El nuevo papa, se encuentra con la presión de recuperar la confianza de la opinión pública, ahora muy deteriorada.

La monstruosa plaga de abusos sexuales es uno de los retos que le acechan. Ratzinger optó por denunciarlos y alejarse de la ley del silencio que había imperado durante años. En la Iglesia que deja ya es delito poseer pornografía infantil, uno de los hitos de su reforma del Código de Derecho Canónico. Pero es solo el primer paso. El nuevo papa deberá seguir con el "afán de limpieza" de Benedicto.

Tal y como él ordenó, solo el elegido en el cónclave conocerá el famoso informe de 300 páginas que Benedicto encargó a raíz del escándalo de de Vatileaks. Se habla de luchas de curias, graves casos de corrupción, e incluso la existencia de un lobby gay dentro del Vaticano dispuesto a chantajear a sus miembros. 

Francisco tendrá que elegir muy bien de quién se rodea, porque se sospecha que el antiguo mayordomo del papa no era el único cuervo del Vaticano. Podría haber hasta veinte más con información sensible que haría temblar los cimientos de la Iglesia que ahora hereda.

La nube de escándalos en la Iglesia está lejos de disiparse y ahora es él quien recoge el legado envenenado de hacerla más transparente y alejada de los crueles escándalos de los últimos años.