Joaquín Guzmán Loera, mejor conocido como el ‘El Chapo’, pasó casi ocho años de su vida en la cárcel de Puente Grande, en el oeste de México. Este recinto es uno de los tres más severos en términos de seguridad del país, y durante los años 90 tuvo una misión clara: castigar al que ha sido, durante décadas, uno de los mayores narcotraficantes del mundo. No obstante, esta prisión de Jalisco cayó en un error de libro: subestimar la habilidad de ‘El Chapo’ para fugarse de prisión.

El 19 de enero del año 2001, Guzmán se las ingenió para dejar atrás los muros del lugar, conocido oficialmente como el Centro Federal de Readaptación Social 2. Casi veinte años después del suceso, el Gobierno mexicano ha anunciado su cierre definitivo. En esta línea, fuentes oficiales han informado a la Agencia EFE de que los reos que aún cumplen condena serán trasladados a otros centros federales de readaptación social.

Entre las razones que han llevado al ejecutivo a tomar esta decisión está la "modernización y reingeniería en materia penitenciaria" del recinto, como recoge la cadena CNN. Al fin y al cabo, Puente Grande tiene más de 30 años de vida, y sus instalaciones se han visto mermadas con el paso del tiempo. Hasta ahora, la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana no ha indicado el plazo en el que se cerrará el penal.

Puente Grande, lugar de narcofiestas y motines

Se trata de un recinto conocido por su inestabilidad y dificultades para contener a los presos: no solo fue señalada por la fuga de ‘El Chapo’ —que logró escaparse escondido en un carrito de lavandería gracias a la ayuda del personal penitenciario—, sino que ha sido víctima de múltiples motines.

Sin ir más lejos, el pasado mes de mayo una reyerta dejó siete muertos y nueve heridos. Además, según la Agencia EFE, Puente Grande era famosa por las narcofiestas que auspiciaba, en las que los presos y los trabajadores de seguridad compartían alcohol y hasta se bañaban en una piscina dentro del lugar.

Cadena perpetua: la pena final de Guzmán tras su segunda fuga

Guzmán no solo se ha escapado de Puente Grande. En 2015 dejó en ridículo la seguridad de otra prisión mexicana. Prácticamente, como muestran las cámaras de seguridad del recinto, fue capaz de ‘evaporarse’ en el momento en el que acudía a la ducha a través de un túnel.

Las autoridades mexicanas lograron capturarle tras seis meses de búsqueda, aunque esta vez el narco no cumpliría condena en una prisión mexicana. En cambio, fue extraditado a Estados Unidos —eso sí, bajo una única condición: el resultado del juicio no podía ser la pena de muerte—.

Todavía resuenan las impactantes imágenes del narco llegando al juicio (celebrado en Nueva York), en las que iba acompañado por un ejército de coches de seguridad. Los agentes neoyorquinos lo tenían claro: ‘El Chapo’ no podía volver a escaparse.

En julio de 2019, el juzgado de Nueva York anunció que el veredicto final: cadena perpetua. En su nueva cárcel, en Manhattan, las condiciones han cambiado considerablemente con respecto a sus otras condenas: ahora vive en una celda con la luz siempre encendida, una única hora de ejercicio al día, con sus conversaciones grabadas y una ventana opaca. Una vida que, pese a sus casi 30 años como preso, poco tiene que ver con el estatus que alcanzó como traficante de drogas.

De frutero de barrio a formar parte de la lista de Forbes: así es ‘El Chapo’

‘El Chapo’ nació en una familia sin recursos. Durante un tiempo se dedicó a la venta de quesos y sandías, hasta que su padre, primero, y su tío, después, lo introdujeron en el tráfico de drogas.

La primera sustancia con la que traficó fue la marihuana, aunque en los años 80 empezó a distribuir otro tipo de mercancías. La clave fue el cártel de Guadalajara, que logró centralizar todo el tráfico de drogas hacia Estados Unidos. No obstante, su gran salto lo daría en el 1989, año en el que fundó el cártel de Sinaloa. Mediante él, con la ayuda de su socio ‘El padrino’, montó su imperio de la cocaína.

Los resultados de dicho imperio fueron más que notorios, hasta el punto de que hace apenas un lustro la revista Forbes lo incluyó entre los hombres más ricos del mundo, con un capital de 1.000 millones de dólares.

Hoy, una de las primeras cárceles de México en las que cumplió condena está a escasos días de cerrar sus puertas. No obstante, sin olvidar la figura de este narcotraficante, que si bien parece que estará retenido el resto de sus días, su fuga sigue dejando un recuerdo oscuro en la historia de la seguridad penitenciaria norteamericana.