Le encantaban las manifestaciones, estar en la calle, porque decía que así se econtraba con ese 70 por ciento de los venezolanos que vivían por debajo de la pobreza cuando llegó al poder, y que nunca hasta entonces salían en la tele.

Le había prometido a su madre, una maestra humilde, que se volcaría en enseñar a leer a esos pobres olvidados, y poco a poco logró que dos millones de personas accedieran al hasta entonces lujo de las letras.

Gracias a sus victorias electorales, la última con más de 56% de los votos, Chavez consiguió doblar el número de venezolanos con cobertura social y sanitaria. Todo ello, mientras construía un eje latinoamericano de izquierdas, un puñado de socios reunidos en torno a una figura mítica. Juntos se atrevían a recriminar a EEUU su capitalismo salvaje y osaban bajar del altar al líder la primera potencia.

No venía de la nada. Nació en un hogar humilde, como un niño mestizo, con padre negro y madre blanca. Soñó con triunfar en el béisbol, algo difícil para un chaval que vendía papaya en el colegio para ganar algunos bolívares.

Mucho después, ya en la academia militar, vendría el virus de la rebelión que se plasmó en el golpe militar de 1992, un fracaso que él mismo reconoció. Pasó dos años a la sombra y reapareció ya con camisa y con un talento innato para las arengas.

Las clases populares, las suyas, le llevaron a su primer triunfo en 1998. Empezaría entonces un gobierno populista que sólo el golpe militar de 2002 pondría en jaque. Tres días estuvo prisionero hasta que regresó reforzado, listo ya para un mandato eterno. Desde entonces, ha logrado un un carisma y una dimensión histórica que sobrepasa ampliamente la política.

Cantó rancheras, rezó todas las noches una oración por la estrella del béisbol, 'Látigo' Chávez, el hombre que le habría gustado ser. Fingió que compartía con todos los detalles de una enfermedad de la que en realidad poco hemos sabido. Dicen las malas lenguas que ganó sus últimas elecciones manteniéndose en pie con una ristra de drogas que no habría soportado un toro bravo. Y así se ha ido. su bravura es algo que ni sus peores enemigos le pueden negar.