Unas idílicas cabañitas en mitad del campo a las afueras de Amberes, Bélgica, fueron testigos de la horrible agonía de Sanda Dia. Para entrar en una exclusiva fraternidad de la universidad belga de Ku Leven, tuvo que cavar un hoyo, llenarlo de agua con hielos y, en pleno diciembre, bañarse semidesnudo. Todo mientras le orinaban encima, le hacían comer peces vivos, tostadas de ratón y le obligaban a beber aceite de pescado.

Era el colofón a 48 horas de 'novatada', que la prensa belga ha reconstruido. La jornada anterior, Sanda y otros dos jóvenes que querían convertirse en miembros de pleno derecho de la fraternidad, tuvieron que realizar una serie de pruebas. Cada vez que no superaban uno de esos desafíos, tenían que beber. Pese a estar cerca de perder el conocimiento, le negaron el acceso al agua para paliar los efectos del alcohol.

Al día siguiente los jóvenes se desplazaron hasta las mencionadas cabañas rurales, donde todo se descarriló. Sanda desfalleció y los jóvenes acabaron pidiendo una ambulancia para él. Cuando llegó al hospital, su temperatura corporal era de 27ºC y tenía una gran cantidad de sal en la sangre debido al aceite que le habían hecho beber.

La familia de Sanda sigue pidiendo justicia. Porque, según se han ido investigando el trágico accidente, se han ido conociendo algunos detalles racistas. Sanda era un joven negro intentando entrar en una fraternidad de niños ricos blancos, que bromeaban con el Ku Klux Klan o con Hitler y que días después se grabaron un vídeo riéndose de una persona sin hogar a la que le gritaban "El Congo es nuestro" - la República Democrática del Congo estuvo casi medio siglo bajo control belga y la mitad de su población fue masacrada-.

Además, los padres y madres de los miembros de la hermandad, que ya ha sido disuelta y que se llamaba Reuzegom, son hijos de personas influyentes en la sociedad de Amberes: empresarios, políticos o jueces. De hecho, el caso tuvo que cambiar de juzgado porque uno de los 18 acusados es hijo de una jueza de Amberes, encargada de la sala a la que llegaría el asunto en caso de apelación.

La muerte de Sanda indignó también a la sociedad de Flandes, que enfrenta problemas de racismo y un aumento de la extrema derecha. A los 18 acusados, cuyo juicio se retoma hoy, ni siquiera se les acusa de homicidio involuntario y administración de sustancias venenosas con resultado de muerte porque no han confesado quién hizo beber el aceite a Sanda. Por eso la pena máxima que enfrenten ya no serán 15 años, sino 4 y multas de hasta 8mil euros.