Familias cruzan áridas tierras bajo un sol cada vez más abrasador para llegar hasta uno de los pocos pozos en los que aún queda algo de agua en el Sahel. Allí, llenan garrafas con un líquido del color de la arena, algo que les permite aliviar mínimamente la insoportable ola de calor que están sufriendo. Y es que en algunos puntos del Sahel están alcanzando temperaturas cercanas a los 50 grados.

"El médico nos ha dicho que a mi madre le faltan unos cuatro litros de agua debido al calor", señala la hija de una mujer de 96 años que lleva dos semanas luchando por sobrevivir desde la cama de un hospital.

Solo en los tres primeros días de abril, en Malí registraron más de 100 muertes y, desde entonces, se calcula que puede haber miles. Según un reciente estudio, la emisión de gases de efecto invernadero ha hecho aumentar desmesuradamente la temperatura en el Sahel: un grado y medio durante el día, y más aún por la noche. "Hay hasta dos grados de calentamiento, y esperamos ver olas de calor como esta con una frecuencia 10 veces mayor de lo habitual", señala Clair Barnes, científica de WWA.

Por su parte, el investigador del CSIC Fernando Valladares destaca al respecto que "aunque parecen cifras pequeñas, esto significa que en las olas de calor, las máximas pueden ser tremendas". "Antes, las máximas eran de unos 40 grados, mientras que ahora nos vamos a máximas de unos 50". Ante estas situación, no basta con reducir la quema de combustibles fósiles en el norte global, sino que hay que dotar de recursos y tecnología a los más vulnerables.

"Recordemos que estas personas son las que menos han contribuido al cambio climático por su modo de vida, y tienen una huella climática muy inferior a la nuestra", subraya al respecto Fernando Valladares. El cambio climático les empuja a condiciones extremas en las que difícilmente se puede y se podrá vivir.