El discurso incendiario de Bolsonaro, aunque matizado en los últimos días, ha calado entre los votantes. La duda es si podría convertir sus promesas en un programa de Gobierno. En principio podría sumar apoyos con las derechas en el Congreso, pero hay otros factores.

"Hay instituciones, hay garantías judiciales que Bolsonaro no puede eliminar de un plumazo como presidente. No creo que Brasil camine hacia una dictadura. Puede haber un endurecimiento, una derechización, incluso rasgos autoritarios, pero hay un contrapoder que es la calle, los movimientos sociales", ha afirmado Bruno Aylón, analista del Instituto Universitario de Desarrollo y Cooperación (UCM).

Ese pulso con los movimientos sociales puede ser especialmente fuerte en las zonas amazónicas. Bolsonaro quiere acabar con los activistas medioambientales, fomentar la industria y la agricultura y poner fin a las multas a la tala. También quiere fusionar los Ministerios de Agricultura y Medio Ambiente y poner al frente a un partidario de la agroindustria.

"Un ruralista de derecha extrema, favorable al porte de armas para rechazar a los integrantes del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra y a que dentro de los límites de la ley, que permite un porcentaje de deforestación, se llegue al máximo", ha señalado Aylón.

Y eso preocupa porque en el último año la deforestación de la Amazonia ha aumentado un 40%, y no ha sido peor porque el Estado protege las zonas indígenas y evita las talas. Sin ese freno, dicen los ecologistas, el gran pulmón del mundo, corre peligro.